Álvaro Acevedo, de la Renaf, afirma que la agricultura familiar es necesaria para producir alimentos, generar empleo y preservar la cultura y el medio ambiente. El reto: política y acciones diferenciales para este tipo de producción.

El 2014 fue el año internacional de la agricultura familiar, aquella de pequeña escala y que emplea y da sustento a la familia campesina. La FAO la reconoció como una actividad indispensable para la seguridad alimentaria de los países, la generación de empleo y la preservación de las culturas y el medio ambiente. Si bien puede ser tan antigua como la agricultura misma, en los últimos años ha sido un tema que ha cobrado relevancia en la academia y la política. De hecho, la Misión para la Transformación del Campo (el informe que el presidente Juan Manuel Santos pidió a un grupo de expertos para el desarrollo rural) llamó la atención sobre la importancia de fortalecerla. (Lea: ¿Qué es la Misión para la Transformación del Campo y qué propuso?).

Casi en simultáneo, se desarrolló la red nacional de agricultura familiar (Renaf), a la que pertenecen productores, líderes, organizaciones y representantes de la academia. En el marco de la jornada internacional de innovación social, que hasta hoy llevan a cabo la Universidad Minuto de Dios en el Valle y el Parque Científico de Innovación Social, Álvaro Acevedo, profesor de la Universidad Nacional y miembro de la red, cuenta por qué la agricultura familiar es importante y cuáles son para él los principales retos. Uno de ellos es combatir la pobreza implementando políticas diferenciales para los campesinos –diferentes a las que promueven una visión puramente agroindustrial– (Lea: “A reactivar la agricultura familiar”: Albert Berry).

¿Qué es y por qué es importante la agricultura familiar?

El término es nuevo como categoría política, porque como práctica es muy antigua. La agricultura tiene de 10.000 a 12.000 años de historia y ha sido esencialmente manejada por familias y comunidades. Lo nuevo es que hoy es muy difícil producir sólo para autoconsumo, sin vinculación a los mercados. La agricultura familiar como categoría política intenta sacar a los productores de esa situación de marginalidad y proyectarlos a un escenario mundial para que no sólo contribuyan a adaptar la agricultura al cambio climático, mayores niveles de seguridad y soberanía alimentaria, preservación de la cultura y semillas, sino para que sea la oportunidad de estas familias para salir de la pobreza, reconociendo su labor y características.

¿Agricultura familiar versus agroindustria es un falso dilema?

Son dos modelos en conflicto. El agronegocio en el caso colombiano busca biomasa y exportar. Por otro lado, está la agricultura familiar. Su papel está más vinculado a la soberanía alimentaria. Hemos perdido la autosuficiencia que alguna vez tuvimos, hasta los años noventa. Los agricultores producían los alimentos que necesitábamos, pero a partir de la apertura económica esa condición ha venido en descenso e importamos buena parte de lo que comemos. No es la agroindustria la que nos alimenta. Uno de los aportes de la FAO con la campaña mundial de agricultura familiar es reconocer que la mayor parte de los alimentos de la canasta básica es producto de agricultura de pequeña escala. Y la agricultura tradicional tiene una racionalidad ecológica muy diferente a la del empresario que invierte y explota. La relación de la agricultura familiar con la naturaleza no es de explotación, sino de coproducción: producen, pero protegen el agua, la biodiversidad, las semillas, los bosques y suelos.

¿Qué les dice a quienes piensan que el modelo de agricultura familiar tiene poca ambición y que es la agroindustria la que puede generar empleo formal, infraestructura, entre otros?

El censo agropecuario de 2014 mostró que el 65 % de mano de obra (rural) se genera en fincas de menos de cinco hectáreas. Si hubiera más acceso a tierra por parte de los agricultores generaríamos más trabajo, y si promovemos más organización generaríamos empresas de tipo comunitario capaces de atender el mercado nacional e internacional. Tenemos experiencias de ese tipo. Destaco a productores de café en La Marina, Tuluá (Valle), de pequeña escala, organizados, que producen, transforman y comercializan en el exterior. Es posible si generamos las condiciones (extensión, asociatividad, infraestructura, comercialización). La agroindustria puede seguir con la competitividad en mercado globalizado, pero fortaleciendo la agricultura familiar tendremos mejores condiciones de autosuficiencia.

Entonces son modelos que pueden coexistir.

De hecho, lo hacen. La propuesta de la agricultura familiar surge al mismo tiempo de la ley de zidres, que promueve la agroindustria en la altillanura. No cuestionamos ese modelo, pero necesitamos política diferencial para la agricultura familiar, porque su realidad y posibilidades son diferentes a las de los agricultores de carácter agroempresarial. (Lea: Trazando el camino a las zidres).

¿Cómo evalúa la atención a la agricultura familiar desde la política pública?

En 2012 conformamos la red nacional de agricultura familiar. En 2014 el exministro Lizarralde expidió la primera resolución sobre agricultura familiar, por suerte fallida porque no tuvo en cuenta el punto de vista de organizaciones o líderes y desconocía el concepto de agricultura familiar del que hablo. En 2016, con el exministro Iragorri, empezamos a trabajar en lineamentos de política, que se consolidó con el esfuerzo de FAO, Renaf, entre otras, en la resolución 464 de 2017, que tiene el punto de vista de muchas organizaciones. Creemos que puede generar condiciones de bienestar rural. Estamos en la etapa de que la sociedad la conozca y se apropie. Ahora buscamos que trascienda a ley. Si se queda en resolución, un nuevo ministro puede derogarla. Si es ley, tiene más soporte y peso jurídico.

¿Radicarán algo después del 20 de julio?

Estamos trabajando en ello. Si más líderes, académicos, entre otros, la reconocen podremos hacer presión positiva para que el Congreso llegue a convertirla en ley.

¿Cuál es la oportunidad de la agricultura familiar en el posconflicto?

El punto uno de los acuerdos de paz, la Reforma Rural Integral, que es la piedra angular, reconoce el papel histórico de los agricultores familiares, y hay una serie de propuestas: promover la economía solidaria, financiación para los agricultores familiares, organización, participación, derecho a la alimentación y el papel de este tipo de agricultura para garantizar ese derecho. Eso ha servido para posicionar el tema y defenderlo. Uno de los argumentos de la mesa que discutió la resolución es que esta tenía que recoger los planteamientos del acuerdo de paz. Fortalecer la agricultura familiar es una forma de concretar la reforma rural integral. Si lo hacemos daremos un paso muy firme en el logro de la paz. Si uno piensa que los problemas de la guerra han estado vinculados a la distribución inequitativa de la tierra y a la marginalidad y pobreza de los agricultores, pues es una causa estructural que hay que atender.

¿Cuáles son los principales retos para hacer agricultura familiar en Colombia? Se ha reconocido que mucha gente se ha dedicado a los cultivos ilícitos porque no ve viable económicamente tener otros cultivos, por la falta de asistencia técnica, de acceso a crédito, vías, comercialización.

Hablamos de más de 300.000 familias que se tuvieron que dedicar a cultivos ilícitos por falta de oportunidades económicas. Creo que teniendo en cuenta que la falta de infraestructura, de canales de comercialización, de organización ha sido lo que estructuralmente los obliga a meterse en esos cultivos, la idea de sustitución no es el camino correcto, es decir, no se trata de sustituir coca por cacao, sino de generar las condiciones a partir de una agricultura diversificada, con carreteras para sacar el producto, vínculos con mercados para hacer negocios, organización para sumar y vender volúmenes importantes. Se trata de cambiar condiciones estructurales.

Las zidres proponen asociatividad, incentivos para el desarrollo de infraestructura, entre otras cosas.

La ley de zidres no está pensada para agricultura familiar, sino para grandes emporios agroindustriales. Trata de sustituir un modelo latifundista que hemos tenido en Colombia durante muchos años, antes era acaparamiento para ganadería, ahora es acaparamiento por la agroindustria. Sobre la conveniencia de que se alíen no creemos que sea una alternativa porque no podemos poner a los pequeños en condiciones de subordinación de los grandes. También sería un error hablar de alianzas, de la idea de que juntos pueden caminar, cuando sabemos que la agricultura en pequeña escala no tiene autonomía, capacidad de negociación y estará supeditada a lo que el empresario determine. Creemos que fortalecer agricultura familiar es más que empresarizar a los agricultores, quienes no son solo un actor económico sino sociocultural, que tiene una relación particular con la naturaleza y eso queremos destacar. Si solo los empresarizáramos desconoceríamos el aporte de la agricultura en pequeña escala: conocimiento tradicional, la defensa de ecosistemas y biodiversidad. Se trata de compaginar el hecho de estar en un país megadiverso con el hecho de tener un potencial y conocimiento de los agricultores en pequeña escala, con tener oportunidades en el mercado y con el acuerdo de paz. Es un momento histórico que no podemos desperdiciar.

¿Cómo es el modelo? ¿Quién provee la asistencia técnica, las vías, la comercialización, etc.?

La responsabilidad de las condiciones de bienestar de los agricultores, la infraestructura, entre otros, es del Estado y los colombianos. Debemos reconocer que los agricultores familiares han estado abandonados y reconocer su papel para la vida y el bienestar de la nación. Después, se trata de tener buenos programas. Más que de asistencia técnica hablamos de extensión, acompañar una comunidad que tiene un territorio, una historia, sueños, y que conoce las propiedades y necesidades del territorio. Se trata de servicios de extensión más integrales, interdisciplinarios, más complejos. Porque asistencia técnica de hecho no hay, el censo agropecuario mostró que menos de 10 % ha tenido acceso a ella.

¿Cómo generar canales de comercialización?

Tratamos de promover la idea de circuitos cortos de comercialización, mercados locales y regionales: vincular más a los productores con los consumidores en los territorios. Eso reduce costos, huella ecológica y permite a la gente alimentarse más sanamente, con productos frescos. Como Renaf ya tenemos una red de 57 mercados en Colombia y los analizamos. Con el gobierno trabajamos en la ley de compras institucionales, para que los gobiernos locales compren a agricultores familiares parte de los alimentos que requieren instituciones educativas, ICBF, cárceles.

Habla de la importancia de la agricultura familiar para la sostenibilidad ambiental. Sin embargo, muchos pequeños productores, quizá por los mismos afanes del mercado, abusan de los agroquímicos.

Colombia es uno de los tres países de América Latina que más pesticidas aplican. No tenemos asistencia técnica, sino que las recomendaciones las da el dueño de la tienda de insumos, a quien le interesa vender. Es una situación delicada, con perjuicio para los consumidores. Pero también hay muchos agricultores familiares que todavía la hacen de forma tradicional, de corrientes nuevas como la agroecología, agricultura orgánica, con otros parámetros. Ellos tienen en sus manos lo que queda de agrodiversidad, porque la revolución verde se dedicó a unas pocas especies y variedades. La agricultura familiar sigue con gran cantidad de especies, de gran valor nutricional pero desconocidas o subvaloradas, como el chachafruto. Además, preservan bosques fuente de agua.

¿Cómo combatir el mini y microfundio con la perspectiva de la agricultura familiar?

En Colombia el 80% de los predios en Colombia son menores de cinco hectáreas. Hay que poner freno a la minifundización. No se puede agotar el territorio de esa manera, porque necesitamos que un agricultor además de producir tenga la opción de proteger y ser guardianes de bosques, semillas, agua. Es un asunto de ordenamiento del territorio, y la reforma rural integral tampoco toca el tema, no es una reforma agraria, no redistribuye la tierra, sino que crea un banco de tierras para dar a quienes no tienen, pero la tenencia de la tierra sigue intacta.

¿La agricultura familiar funciona en cualquier región? 

Hay un estudio de Jaime Forero y un equipo de la Universidad Javeriana que dice que en esa altillanura donde se creía que no era posible hay agricultores que producen de tal manera y es sostenible (Lea: Agricultura familiar sí es posible). No reconocer eso sería decir que hay que sacar a los agricultores familiares de allá porque tienen un modelo inviable. Hay que tener en cuenta además que hay muchos tipos de agricultura familiar. Están por ejemplo los cafeteros, que tienen sus cooperativas, asistencia técnica, producen y venden de forma organizada. Están los más tradicionales, que producen sin agroquímicos, que no tienen cómo sacar el producto, que es para autoconsumo, como en Chocó o la Amazonía. En la mitad de esos dos extremos hay lo que se pueda imaginar: unos con más o menos tecnología, están los agroecológicos, los grupos étnicos, los pescadores, los neocampesinos, gente que ha regresado al campo.

Noticia tomada de: https://www.elespectador.com/economia/por-que-es-importante-la-agricultura-familiar-articulo-744643?utm_source=Whatsapp&utm_medium=organic&utm_campaign=Compartido-Mobile

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