En el páramo de Guacheneque, ubicado en el municipio de Villapinzón, a 3.400 metros sobre el nivel del mar, nace el río Bogotá. Cuesta creer, al recorrer el ecosistema, que hace unos 40 años en lugar de frailejones y carditas de páramo había cultivos de papa, ganadería, viviendas y hasta vehículos recorriendo el páramo.

Incluso se sembraron pinos en el lugar, una especie típica del bosque, pero no de los páramos. Hoy todavía se vislumbra un pequeño grupo de pinos en el páramo, cerca de la laguna ‘El mapa’, denominada así por su increíble semejanza con el mapa de Colombia que se formó de manera natural en el lugar, evidenciando así los rezagos de la invasión que tenía este territorio. Se espera que, en unos años, los frailejones que rodean estos pinos los ahoguen, como lo han venido haciendo, para que sobreviva solo la naturaleza típica de los páramos.

Precisamente, desde el año 1.990, autoridades territoriales y departamentales, incluso acueductos, comenzaron a comprar los predios para que la naturaleza se fuera abriendo paso, y por sí sola, en el ecosistema. A la fecha ya se han adquirido y rehabilitado 9.000 hectáreas de las 12.000 que conforman la barrera protectora del nacimiento del río Bogotá.

Nidia Riaño Rincón, Secretaria de Ambiente de Cundinamarca, asegura que gracias a esta adquisición de los predios se pudo lograr hacer una restauración pasiva del territorio que empezó a evidenciarse hacia el año 2007. “Aproximadamente desde ese año se empezó a ver un cambio con un colchón de frailejones que cubría el lugar; una especie que crece un centímetro por año. Esto evidencia que dejar el territorio quieto funcionó, no hay necesidad de sembrar, el páramo poco a poco se va regenerando por sí solo”, aclara Riaño.

Fuente: El Tiempo

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