Hace 15 años era tan solo un sueño delimitar el páramo de Sumapaz y definir cuáles serían sus zonas de reserva ambiental; si tendrían vocación agrícola, urbanística y turística en sus 311.000 hectáreas. El viernes pasado, sin embargo, esta ilusión se hizo realidad.
“Fue un sitio de mucho conflicto y hoy se ha convertido en una zona de paz”, afirmó el ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, tras la firma del documento en el que se define el área que ocupa el que se considera el páramo más grande del mundo.
Por su ubicación, entre los departamentos de Cundinamarca, Meta, Huila y en las localidades de Sumapaz y Usme en Bogotá, se le consideró un corredor estratégico en los momentos más álgidos del conflicto, y se luchó a sangre y fuego por su dominio.
Ahora el reto, tras el cese del conflicto, es el de lograr que las comunidades que lo habitan puedan obtener su sustento sin que afecten este delicado ecosistema que abastece de agua a 15 millones de personas.
Por eso, desde el Ministerio de Ambiente y las cuatro corporaciones que lo protegen ambientalmente: Cormacarena, CAR Cundinamarca, Corporinoquía, CAR del Alto Magdalena, definirán en qué sitios del páramo se podría hacer agricultura, minería, ganadería y turismo, el tema que más podría afectarlo si se sigue haciendo sin restricciones y en orden.
“Concertaremos con las comunidades. En seis meses vamos a definir un plan de transición, que el proyecto sea de 10 o 15 años en el marco del posconflicto, para consolidar una reconversión de las actividades de las comunidades”, explicó el ministro Murillo, quien desde ahora pidió innovación tanto en lo productivo, lo social y en el mismo Estado para poder proteger el páramo.
El turismo
“Después de ser considerado una zona roja, cuando se hacen los anuncios de paz, se abre el territorio y queda disponible para que sea visitado. Lo que no sabe la gente es que en el páramo no se ha reglamentado el turismo”, contó Francy Liliana Murcia, la actual alcaldesa de la localidad de Sumapaz en Bogotá.
Según la funcionaria, los daños ya se están sintiendo, como ocurre en la laguna de Los Tunjos que se ubica entre esa localidad y Usme, donde en un fin de semana, pueden llegar entre 800 y 1.500 visitantes.
“Es un sitio que no tiene quién lo controle. La gente bota basura, usa la laguna y los frailejones como baños, porque no hay equipamientos”, señaló.
La alcaldesa denuncia que incluso hay sitios como la de la vereda Santa Fe, que limita con el Huila y el Meta, donde se está haciendo cacería.
Aunque 142.112 hectáreas del páramo fueron declarados como Parque Nacional Natural en 1977, el sitio está cerrado al público.
Ahora el reto, tras el cese del conflicto, es el de lograr que las comunidades que lo habitan puedan obtener su sustento sin que afecten este delicado ecosistema
“No hay un programa de ecoturismo para Sumapaz, pero la gente se está metiendo sin autorización incluso con bicicletas, motos y otros vehículos”, explicó Julia Miranda, directora de Parques Nacionales naturales.
Uno de los principales problemas es que hay una vía que atraviesa el parque que viene desde Usme.
“Nos llegan personas al norte del parque. Ellos se quedan en la laguna de Chizacá. Trabajamos en controlar para que no se generen impactos ambientales o sociales”, explicó Carlos Lora, jefe del parque Sumapaz.
No obstante, las entidades no se oponen a la llegada de visitantes al páramo, ya que es una oportunidad para generar conciencia ambiental y de conservación y también de ingresos para sus pobladores, pero se requiere de una organización.
“El turismo bien organizado es una oportunidad gigante que tenemos con ese ecosistema que hoy atrae al mundo. Eso es lo que se debe definir, que no sea agresivo, y que esté basado en comunidades y organizaciones campesinas”, indicó Diego García, director ejecutivo de la Región Administrativa y de Planeación Especial de la Región Central (Rap-E) que trabaja en desarrollo turístico, precisamente en los departamentos que abarca el páramo.
Por eso, están a la espera de que se reglamente lo más pronto posible esa actividad.
“No podemos darle la llave y abrirle la puerta del páramo al turismo sin estar preparado para prestarlo. Se propició una mesa interinstitucional y social para definir cuál es la vocación turística del páramo y no generarle efectos negativos”, agregó Néstor Franco, director de la CAR Cundinamarca.
Pero mientras esto ocurre, se requiere que las personas se abstengan de ir a
Sumapaz, entre otras razones porque los visitantes, podrían correr riesgos, como el de entrar a zonas con artefactos explosivos.
“El conflicto dejó una marca, tenemos minas antipersonas en 165.000 metros cuadrados. De la misma manera hay identificadas dos zonas en la cuenca del río Blanco y una en del Sumapaz” , concluyó la alcaldesa de Sumapaz.
Aunque 142.112 hectáreas del páramo fueron declarados como Parque Nacional Natural en 1977, el sitio está cerrado al público
Alternativas para el turismo
Sobre las alternativas de turismo en Sumapaz, EL TIEMPO consultó con Julia Miranda de Parques Nacionales Naturales de Colombia, y María Argüello, directora del Consorcio para el Desarrollo Sostenible para la Región Andina (Condensan), una ONG que trabaja en la protección y conservación de los ecosistemas de los Andes.
Ellas participaron en el ‘Congreso Internacional de Páramos y Ecosistemas de Montaña’ que se realizó la semana pasada en Bogotá y en el que precisamente se firmó el documento de la delimitación del páramo.
Miranda recordó el ejemplo de ecoturismo que se hace en Chingaza, en Cundinamarca. “Allí la gente debe hacer reserva previa, porque hay capacidad de carga (de público), cuando se llega al límite se cierra el parque. Cuentan con guías y hay senderos”, explicó.
Mientras que María Argüello recalcó que se deben definir las áreas para visitas, y lograr una contraprestación que ayude a conservar esos ecosistemas. “Deben hacer un diagnóstico, definir cómo es el páramo, cuáles son sus áreas más sensibles. Pero ante todo, los ciudadanos tienen que conocer qué les aporta”, explicó.
La experta agregó que en Ecuador, cuentan con una reserva llamada Antisana y otras parecidas en el norte de Quito, la capital, que si bien no son páramos, tienen similitudes con Sumapaz. “Allí solo se permite la visita de estudiantes de colegios y eso genera sensibilización”, dijo Argüello, quien agregó que la tendencia es abrir los espacios para conservarlos.
JOSE DAVID RODRIGUEZ davrod@eltiempo.com