A diario, a la capital llegan 7.600 toneladas de productos: algo así como 42 ballenas de comida.

Dar de comer, cada día, a ocho millones de personas es un esfuerzo de país. Y no es cualquier cosa..

Para que un habitante de Bogotá pueda tener un desayuno, un almuerzo, una cena y algún bocadillo extra, deben trabajar dos millones de productores rurales, solo del centro del país. Y, para que los productos lleguen a la plaza, 28.000 camiones entran y salen de la ciudad todos los días.
 
Esto lo entiende el Distrito y por eso, a través de su proyecto de Plan de Ordenamiento Territorial (POT), le apunta a garantizar la seguridad alimentaria de la capital enfrentando tres retos: abastecimiento, logística y prácticas agroecológicas.

De aquí viene su comida

Según la Región Central (Rape), Cundinamarca, Boyacá, Tolima y Meta producen más del 83 % de productos frescos de lo que consume la capital. De acuerdo a información de la RAPE, la secretaría de Planeación y la Central de Corabastos, de allí vienen frutas, verduras, tubérculos, raíces, granos, lácteos, entre otros productos. 

Y si bien la Secretaría de Planeación reconoce que la ciudad es altamente dependiente de la Región Central y otros departamentos, estos territorios estarían en riesgo.

Sabana Centro Cómo Vamos, que agrupa a 11 municipios de Cundinamarca (varios de ellos, abastecedores de la capital), asegura que los espacios de cultivo se están reduciendo. En esto coincide Indira Sotelo, jefe del Departamento de Ciencia y Cultura de la Alimentación de la Universidad de La Sabana: “En Chía y Cajicá, por ejemplo, la urbanización desplazó terrenos con vocación agrícola”.

Sotelo afirma que es clave repensar el uso del suelo y facilitar la asociación de pequeños productores para crear alianzas con grandes distribuidores y crear trabajo bien remunerado.

“La inseguridad alimentaria empieza cuando los pequeños campesinos no quieren producir. Muchos ven más rentable vender la tierra para construcciones y dejar el campo”, explica.

Según cifras del más reciente censo rural, 88 % de los productores tienen ingresos mensuales inferiores a un salario mínimo. Al asociarse, especializarse y conectarse directamente con distribuidores, sería posible mejorar sus condiciones. 

Fernando Flórez, director de la Rape, agrega que el cambio del uso del suelo hace que se pierdan las mejores tierras productivas y se envejezca a la región, al obligar a los jóvenes a buscar trabajo fuera del campo.

La travesía de su almuerzo

Para que los productos lleguen a su mesa deben ser transportados por cientos de kilómetros desde las regiones a su ciudad. Aquí, según expertos, hay dos retos: las carreteras no están en buen estado y los intermediarios que encuentran en el camino encarecen potencialmente los alimentos. 

“Se debe fortalecer la red de bienes públicos que tiene que ver con la distribución: 48 por ciento de las pérdidas suceden aquí. Hay mucho por hacer en términos de vías terciarias”, apunta el director de la Rape quien asegura que la entidad que dirige está estructurando un plan regional de abastecimiento que pueda enfrentar con éxito estos retos para seguir alimentando el distrito capital.

Además, reconoce que es necesario optimizar el sistema logístico para disminuir las pérdidas y atacar el desperdicio. 

Ahora, cuando las vías son deficientes y se alargan los recorridos, se encarecen los alimentos. De nuevo, aparece la inseguridad alimentaria: es más fácil tener comestibles empacados a bajo costo que productos frescos. «El clima o el transporte puede hacer que los precios fluctúen”, agrega Sotelo.

Según Planeación, el POT sí contempla optimizar lo relacionado con transporte de carga y logística. Entre los criterios que manejarán están la conectividad entre terminales de carga y zonas de abastecimiento y mejorar la gestión del transporte de mercancía. Este nuevo POT, de hecho, le apunta a consolidar un modelo de ordenamiento orientado a la región: por eso, comprenderá las “escalas existentes en la cadena de valor del abastecimiento y sus relacionamientos con las necesidades de la estructura social y económica”.

Jairo Jarrín, profesor investigador de la Universidad de La Sabana y jefe del Departamento de Gestión de Operaciones de la EICEA, insiste en que la logística de alimentos no es tema solo de región, sino que afecta directamente a Bogotá. «El sistema de logística urbana es clave para mantener la calidad de vida y asegurar los alimentos. La idea sería que el movimiento de camiones genere la menor obstrucción y contaminación posible».

Por eso, Jarrín habla de la necesidad de que el POT dé paso a una política pública logística óptima. Entre las soluciones que ofrece este investigador están la implementación de bahías de carga y descarga, motivar las entregas nocturnas, escalar la distribución con vehículos más pequeños y ecoeficientes, exigir la renovación del parque automotor y motivar a las empresas, con incentivos tributarios, a tener prácticas más exigentes de distribución urbana.

«El mundo está basando sus decisiones en analítica e información. El desafío desde la academia en abastecimiento de alimentos es hacer analítica de datos y montar observatorios de movimiento de carga para aportar soluciones», afirma Jarrín.

En uno de los puntos del POT, precisamente, se planea; «Fomentar estrategias o programas para mejorar la gestión del transporte de carga y logística, y aumentar la productividad y competitividad del Distrito Capital». 

La inversión en infraestructura también será clave. El POT contempla, por ejemplo, trabajar sobre Corabastos y el Programa de Integración Regional con el desarrollo de una plataforma logística regional que incorpore todos los actores.

De hecho, el Plan ha identificado un déficit alto de equipamientos de abastecimiento en 12 localidades. Tener la infraestructura completa garantizaría un acceso de los compradores a los productos. 

Un poco de agroecología antes de comer

El impacto ambiental de más de dos millones de toneladas de alimentos no es despreciable. Por eso, el POT tendrá en cuenta la inclusión paulatina de prácticas agroecológicas e, incluso, de agricultura tradicional o ancestral.

Según Alfonso López, director de Ambiente y Seguridad de la Secretaría de Planeación, “este es un tema que será recurrente y se dirige hacia un sistema de ecoeficiencia, una tendencia global”. Agrega que será una transición paulatina en todos los niveles de la industria. “Es prudente manejarlo en pequeñas proporciones mientras se evalúan las tecnologías para masificar”, indica Indira Sotelo, de la U. de La Sabana.

Agrega que será una transición paulatina mientras, además, se trabaja por el campesinado en un proyecto integral: “El campo tiene vida propia.Nuestra propuesta tendrá modelos alternativos de desarrollo rural. Es un plan que no los ve solo como productores agropecuarios, sino como humanos que requieren apoyo en calidad de vida”. Así, trabajarán con ellos sostenibilidad, autoabastecimiento y procesos de reconocimiento. Indira Sotelo, de la U. La Sabana, cree, por ejemplo, en la importancia de “crear identidad para cultivar y para valorar lo natural”.

Pero, mientras se avanza en este aspecto, la Rape ya impulsa prácticas que enlazan al medioambiente y la seguridad alimentaria. Así, creó Cambio Verde: un programa de intercambio de residuos sólidos aprovechables por alimentos frescos. Así se sensibiliza sobre manejo de residuos y alimentación balanceada.

Por ahora, el POT se socializa en las localidades y, en los próximos meses, debe ser presentado al Concejo. De este plan depende, en parte, que Bogotá tenga seguridad alimentaria.

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