Por: Ricardo Agudelo Sedano
- El cambio promovido por Gustavo Petro, no solo representa una nueva visión política, sino también la oportunidad de romper con el continuismo que ha caracterizado a Colombia. El reto en este segundo tiempo será demostrar que esta alternancia puede traducirse en avances concretos hacia las transformaciones profundas que el país necesita.
El gobierno del cambio, liderado por Gustavo Petro, ha sido blanco de innumerables críticas. Entre ellas se destacan su incapacidad para ejecutar con eficacia el plan de desarrollo, la falta de habilidad para concretar en el Congreso las reformas sociales y territoriales necesarias, la persistencia de la corrupción, el descuido en la atención de problemas en diversos sectores clave, y la percepción de que algunas promesas de transformación han quedado en el tintero. Estas críticas son innegables y reflejan las serias dificultades que enfrenta la actual administración para cumplir con las altas expectativas generadas durante su campaña.
Sin embargo, es crucial contextualizar estos desafíos dentro de un hecho histórico: la llegada de la izquierda al poder en Colombia, marcando el inicio de una verdadera alternancia, algo inédito en la historia republicana del país. Este cambio no solo representa una nueva visión política, sino también la oportunidad de romper con el continuismo que ha caracterizado al régimen colombiano. El reto para Gustavo Petro y su equipo en este segundo tiempo es demostrar que esta alternancia puede traducirse en avances concretos hacia las transformaciones profundas que el país necesita.
A pesar de los tropiezos, el gobierno de Gustavo Petro ha logrado importantes avances. La reducción de la inflación, la disminución del desempleo, el crecimiento de las exportaciones de bienes no minero-energéticos y el anuncio de un prometedor plan de reactivación económica son señales positivas que indican un futuro más prometedor para el gobierno, en contraste con los primeros dos años.
El pasado viernes fue un día especialmente esperanzador para aquellos que, como yo, nos aferramos al optimismo como una forma de enfrentar la vida. Desde Manizales, el presidente anunció que buscaría eliminar los impuestos al turismo y a las energías limpias a través de la ley de financiamiento que se presentará próximamente al legislativo.
Estos anuncios llegan en un momento crucial, con el objetivo de mejorar la productividad, generar más empleos, atraer mayor inversión y garantizar ingresos reales para toda la sociedad. Esto es especialmente relevante para ciudades como Bogotá, donde los índices de producción, ventas y empleo en los sectores de comercio y manufactura (ambos fundamentales para el desempeño económico de la ciudad) han registrado variaciones negativas y desempeños similares a los de 2019.
Recordemos que, en esta Región Central, conformada por Bogotá, Cundinamarca, Boyacá, Huila, Meta y Tolima, se concentra el desarrollo económico más acelerado del país. Aquí se encuentra el 30% de las empresas creadas, el 61% de las importaciones, el 22% de las exportaciones y se genera cerca del 41.2% del PIB nacional. Por eso, estas noticias representan un alivio y generan una gran expectativa para los principales sectores que impulsan la economía del centro del país.
En este contexto, la asociatividad territorial de Bogotá con los departamentos de la Región Central se convierte en un elemento crucial para el éxito de estas políticas. La regionalización, con su enfoque en la colaboración entre territorios, es una herramienta poderosa para impulsar el desarrollo y garantizar que los beneficios del crecimiento económico se distribuyan de manera equitativa en todo el país.
Finalmente, en tiempos de incertidumbre, es fácil caer en el pesimismo; lo más popular sería unirse a las voces apocalípticas que pregonan una debacle inminente. Sin embargo, los mensajes de pánico en nada contribuyen a mejorar la situación.
Por supuesto, no pretendo desconocer problemas como el desempleo, que subió hasta el 10,3 % en junio, ni tampoco la polémica reforma tributaria que se avecina, ni las controversias recientes por las inversiones forzosas. A pesar de ello, prefiero aferrarme a los indicadores positivos y a las iniciativas que generan esperanza. La historia del Gobierno del Cambio aún se está escribiendo, y este segundo tiempo podría ser la oportunidad que el país necesita para consolidar un futuro más próspero y equitativo.
Fuente: El espectador