Mientras Bogotá tiene una capacidad de inversión per cápita de $1.2 millones para 2024, muchos municipios de Boyacá apenas alcanzan los $280.000 por habitante. Esta brecha se traduce en desigualdad real en el acceso a agua potable, educación de calidad y servicios básicos. Intentar cerrarla es la tarea que viene desarrollando la RAP-E en 11 años de gestión.

El territorio de la RAP-E Región Central palpita con fuerza en el corazón de Colombia, pero late de manera desigual. Las cifras del Índice de Desempeño Fiscal (IDF) 2024 revelan de manera cruda la desigualdad territorial: mientras Bogotá tiene una capacidad de inversión per cápita de $1.2 millones para 2024, muchos municipios de tipología 5 en Boyacá apenas alcanzan los $280.000 por habitante.
Esta brecha de 4,3 veces en capacidad de inversión evidencia una realidad que no podemos ignorar. Estas cifras no son solo números: se traducen en desigualdad real en el acceso a agua potable, educación calidad y servicios básicos.
Conscientes de esta realidad, desde hace 11 años en la RAP-E hemos orientado nuestros proyectos hacia la superación de estas disparidades. Mientras algunos territorios avanzan en indicadores de competitividad, otros enfrentan limitaciones que perpetuán el ciclo de pobreza. Nuestro trabajo busca precisamente equilibrar estas condiciones a través de un desarrollo sostenible que combine conservación ambiental, crecimiento económico y bienestar social.
Nuestro Plan de Seguridad Hídrica es una respuesta concreta a estas inequidades. Trabajamos en la protección de los 18 complejos de páramos -incluido Sumapaz, el más grande del mundo- precisamente porque son territorios que, pese a su importancia estratégica, presentan algunos de los menores índices de inversión per cápita.
El Índice de Seguridad Hídrica que creamos y primero en Colombia, permite identificar prioritariamente las zonas con mayores vulnerabilidades, orientando recursos hacia donde más se necesitan.
El proyecto que se desarrolla en el corredor Chingaza – Sumapaz – Guerrero – Guacheneque trasciende lo ambiental: es una apuesta ética, colectiva y urgente frente a la crisis climática. Poner el agua en el centro del ordenamiento territorial es reconocer que sin ella no hay biodiversidad, ni sostenibilidad, ni futuro para los más de 10 millones de personas que dependen de estos ecosistemas.
La seguridad alimentaria es otra faceta donde la desigualdad territorial se hace visible. Nuestro Plan de Abastecimiento Alimentario conecta intencionalmente zonas de alta producción agrícola con áreas que padecen inseguridad alimentaria, generando circuitos económicos que reducen brechas. Programas como Cambio Verde, donde se intercambian residuos por alimentos frescos, benefician especialmente a municipios con menores capacidades fiscales, demostrando que la sostenibilidad puede ser una herramienta de equidad. Cada kilo de material aprovechable que se transforma en frutas o verduras simboliza la conexión entre bienestar social y compromiso ambiental.
Nuestra apuesta por el conocimiento también está orientada a cerrar brechas. El Diplomado en Corredores Logísticos Regionales, desarrollado con la Universidad Distrital, prioriza la formación de talento en municipios con menores índices de competitividad, una iniciativa pionera que articula visión territorial, ciencia e innovación para fortalecer capacidades en agrologística, como parte de nuestro Plan de Formación Agrologístico.
A esto se suma la apuesta por la movilidad sostenible, con el programa BiciRegión, una red de 11 bicirrutas (827 km) que impulsa el turismo y la economía local, conecta territorios que históricamente han estado marginados de los circuitos económicos y turísticos principales.
Todos estos programas están diseñados con un criterio de justicia territorial. Priorizamos la inversión donde más se necesita, fortalecemos capacidades donde más escasas son y construimos soluciones donde los problemas son más profundos. Po eso no solo responden a nuestra misión institucional: son la razón de ser de la RAP-E, la inspiración que nos impulsa a transformar el territorio con soluciones reales y sostenibles.
En la RAP-E creemos que la verdadera sostenibilidad debe medirse por su capacidad para reducir desigualdades. Nuestros 11 años de trabajo han tenido un principio rector claro: actuar donde las brechas son más profundas, invertir donde las necesidades son mayores, construir donde el olvido ha sido más largo. La región que soñamos late con un solo corazón, pero late con igual fuerza para todos sus habitantes.
