El foro Ciudades Resilientes, que se llevó a cabo en la ciudada alemana de Bonn, destacó el trabajo que están llevando a cabo urbes en Colombia y Ecuador, así como el papel ciudadano a la hora de construir resiliencia.
Lluvias torrenciales, inundaciones e incendios son algunas de las catástrofes que han tenido que hacer frente Colombia, Perú y Chile durante estos últimos meses. La resiliencia en las ciudades es primordial para prevenir y evitar las lamentables consecuencias que provocan este tipo de sucesos. El foro anual sobre resiliencia urbana y adaptación ‘Ciudades Resilientes’ organizado por ICLEI (Gobiernos Locales por la Sustentabilidad) y que se llevó a cabo en Bonn (Alemania) desde el pasado jueves hasta el sábado, aglutinó experiencias de todo el mundo en las que mostraron las diversas problemáticas que las urbes tienen que afrontar y las soluciones que están aplicando para resolverlas.
En esta edición, el foro destacó el trabajo que están llevando a cabo varias ciudades latinoamericanas: Medellín (Colombia), Belo Horizonte (Brasil) y Quito (Ecuador) en una sesión específica dedicada a las mismas. Asimismo, la capital ecuatoriana llevó a cabo un taller en el que se dio a conocer su situación actual y varias iniciativas que está desarrollando para crear resiliencia.
«La ciudad se enfrenta a muchos riesgos: erupciones de volcanes, sequías, lluvias torrenciales, fuegos incontrolados…», aseguró Jácome Polit, Director de Resiliencia del programa 100 Ciudades Resilientes, financiado por la Fundación Rockefeller. Por ese motivo, apuntó que Quito debe prepararse para todo ello y que dicha planificación debe hacerse teniendo en cuenta el cambio climático ya que «las estaciones secas pueden conllevar problemas energéticos y, desde un punto de vista local, tendremos impactos económicos».
Aunque reconoció que se debe mejorar el programa de reforzamiento de viviendas de los quiteños, destacó el funcionamiento una iniciativa que se puso en marcha hace tres años en la que «oficiales del municipio se sientan con la comunidad para decidir el uso, diseño e implementación de un espacio», explicó. «Ahora está en marcha el Parque de la Nueva Aurora, de 7 hectáreas en el sur de la ciudad, en un sitio que no hay un área verde de calidad», agregó.
Despertando conciencias
Polit hizo un llamamiento a la participación ciudadana para que se involucre en la vida del barrio ya que «la ciudad no puede resolverlo todo; necesitamos ciudadanos comprometidos que nos ayuden», manifestó.
La implicación ciudadana también fue decisiva en la transformación de Medellín. «Desde hace 17 años, líderes de la ciudad, del comité universitario, del estado y de la empresa se reúnen cada primer viernes de mes para hablar sobre lo que está pasando en Medellín: es la clave del éxito», aseguró Sergio Escobar, Director Ejecutivo de la de la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana, que añadió que se dejaron de lado los intereses particulares de cada sector a favor del interés el común.
«Los grandes avances se dieron por una decisión de ciudad. Medellín tiene un profundo sentido de pertenencia por la ciudad, forma parte de nuestra identidad», aseguró Escobar recordando que el pasado histórico de ésta ha generado un sentimiento de resiliencia «muy fuerte».
El Director Ejecutivo de la de la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana explicó cómo se llevó a cabo el cambio que ha hecho que la urbe deje de ser conocida por la violencia, la inseguridad, las drogas, la corrupción y el tráfico, para convertirse en un referente de transformación urbana y de innovación. «La ciudad decidió invertir en las zonas más peligrosas, socializando», de manera que sus habitantes sintieron que el estado los estaba incluyendo en la sociedad, comentó.
A su vez, se llevó a cabo un programa de seguridad integral en el que se reforzaron medidas de fuerza con el incremento de los cuerpos policiales, así como de cámaras de vigilancia. Estas acciones se acompañaron con inversiones sociales en los ámbitos de la salud, educación y cultura, entre otros. Por este motivo, la ciudad, «se convirtió en un cooperante externo que enseña a otras ciudades de Colombia, México, Perú, Chile y Brasil», remarcó Escobar citando el caso de de Rio de Janeiro donde la experiencia colombiana ha sido un ejemplo para sensibilizar en las favelas y modernizar la movilidad en las mismas.
Mirando al futuro
«Medellín está trabajando para ganar calidad de vida para sus residentes. Queremos tener un presente y un futuro y lo estamos consiguiendo», se enorgulleció. Sin embargo, reconoce que aún queda trabajo por hacer: «el 10 por ciento de la población no tiene acceso de agua potable», lamentó.
Al igual que la capital antioqueña, la capital ecuatoriana también tiene problemáticas que resolver. En este caso se trata del crecimiento de la ciudad, ya que «la gente está instalada en aéreas de riesgo porque no tiene otras opciones», y el «pobre sistema de transporte», entre otros. No obstante para Polit, «la dinámica de la ciudad tiene que ser aprovechada para hacer resiliencia», teniendo en cuenta la construcción de la primera línea del metro que se prevé que esté operativa a finales de 2019.
Por este motivo aseguró que «la ciudad está construyendo su camino para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) y cumplir con la Nueva Agenda Urbana». Así, anunció que el próximo mes de octubre, «vamos a lanzar la Estrategia de Resiliencia de la ciudad como parte de conmemoración de un año de Hábitat III».
Otras iniciativas en marcha son la creación de una herramienta de Eco-Eficiencia y el lanzamiento del Centro de Interpretación de Agricultura Urbana que pretende fomentar la resiliencia a partir del autoabastecimiento de alimentos. Según avanzó Alexandra Rodríguez, responsable del programa de agricultura urbana de la ciudad, el centro se ubicará en el Parque del Bicentenario y contempla la creación de parcelas para el cultivo, una planta procesadora de alimentos, un espacio de coworking en el que emprendedores urbanos puedan incubar sus proyectos, así como una área de presentación, un mercado, un banco de alimentos, y un comedor solidario. Rodríguez subrayó que se precisan 3.200 millones de dólares para su creación y se prevé que se implante el área demostrativa para el próximo año.
Riesgos en la Colombia rural
Por su lado, Colombia pondrá en marcha el próximo mes un proyecto de resiliencia enfocado en los campesinos que trabajan en los páramos de la Región del Centro. Se trata de una iniciativa para restaurar el uso público e iniciar procesos de conservación de protección de los páramos, un ecosistema en riesgo cuya «amenaza se ha incrementado», según Diego García, Director de la Región Central de Colombia. «Es un ecosistema vulnerable al cambio climático y por la condición del trópico y la zona geográfica donde estamos en 40 años puede ser un páramo desértico como tantos otros que hay», añadió.
El proyecto, que tendrá una duración de dos años, cuenta con un presupuesto de 11 millones de dólares y abarca 1.200 hectáreas que serán intervenidas, afectando a un millar de familias que deberán acabar con sus actuales actividades agrícolas y ganaderas.