Arándanos, espárragos, lechuga ‘baby’ y rúgula lideran la apuesta de reconversión productiva.
Édgar Carreño, cultivador de 55 años de la vereda Santa Rosa de Ciudad Bolívar, se montó en el bus de la nueva apuesta por el agro bogotano: dejó de cultivar solo papa, producto estrella al que se dedicó por décadas, y hoy les apuesta a otros.
En su finca se puede encontrar un invernadero con espacio para la rúgula, que le vende a uno de los restaurantes más importantes del país y al que debe entregar 20 kilos semanales, que cosecha de manera orgánica.
“Debemos empacarlos sin pecado de Dios, porque por un solo paquete que se vaya con alguna hoja de otro color o medio sucia, nos devuelven toda la carga”, señala este campesino bogotano, quien en las próximas semanas arrancará la siembra de arándanos –otro de los productos con los que se busca hacer más competitiva la ruralidad de la capital–.
El proyecto, lanzado el año pasado, pero que reúne el trabajo de la Secretaría de Desarrollo Económico en la zona rural de Bogotá de años atrás, busca consolidar 80 unidades productivas –fincas familiares o comunales– para que diversifiquen lo que siembran, y que les apuesten a cinco productos, específicamente, por la falta de oferta en el mercado capitalino: arándanos, lechuga baby, espárragos, tomate cherry y rúgula, como la que cultiva Édgar.
«Un solo paquete que se vaya con alguna hoja de otro color o medio sucia, nos devuelven toda la carga”,
Además, con lo que llama la entidad ‘reconversión productiva’ se pretende que quienes se unan al proyecto le apuesten al cultivo sin pesticidas, para que se certifiquen como sembradores verdes.
Los puntos de quiebre
El estudio realizado por la Secretaría de Desarrollo encontró que una de las flaquezas que tiene el campo capitalino, en el que se puede sembrar, que corresponde a 35.0000 hectáreas de las 166.000 que componen la ciudad, es que las familias están dedicadas al monocultivo. Es decir, en la mayoría de ellas la papa, algunos tubérculos y las habas son los productos que distribuyen en el casco urbano. Los mismos alimentos compiten con los que provienen de departamentos como Boyacá, que hace parte de la región Central.
Que puedan sacar ganancias de sus cosechas, que para el caso específico de la papa tardan seis meses en recoger, depende, entre otros factores, de la demanda de la época y de los precios que les imponga el mercado. Por ello, muchos campesinos terminan en saldos rojos y con cuantiosas deudas.
Otra de las dificultades que reconoce el estudio es el factor social, pues, como señala Juan Miguel Durán, secretario de Desarrollo, “tenemos el fenómeno de que los sembradores están yéndose del campo a emplearse en la ciudad, porque sus negocios son insostenibles, y esto nos afecta, pues son los que proveen el alimento”.
A tal punto han llegado que en el Censo Rural del 2013 de esta secretaría, se identificó que el 88 por ciento de los 17.000 habitantes del campo recibían menos de un salario mínimo, y el 44 por ciento de esta proporción recibía menos de la mitad, por lo que argumentaban que con ello no podían mantener a sus familias.
«Tenemos el fenómeno de que los sembradores están yéndose del campo a emplearse en la ciudad»
Un tercer punto por trabajar es el de la reconversión productiva, antes mencionada, puesto que el uso de pesticidas y fertilizantes en una zona de páramo como aquella en la que se encuentran puede representar una afectación para el ecosistema en estos puntos.
La falta de innovación y la incursión de nuevas técnicas y tecnologías es el último punto al que le apuesta el programa de la entidad.
El montaje
Hasta la fecha se han instalado 20 nuevas unidades productivas en cinco localidades de la capital. Este año se dejarán montadas 30 y para finales del 2018, otras 30, para cumplir la meta de las 80 en la ciudad.
“En los programas de apoyo a la ruralidad, vamos identificando cuáles son las necesidades de los cultivadores, y en ello surgen algunos que piden nuestra asesoría técnica y se vinculan a las unidades”, manifiesta Durán.
Además, otras 60, que ya están funcionando, se reforzarán. Esto significa adecuar invernaderos y brindar nuevas capacitaciones para impulsar sus cultivos. A medida que avance el proyecto, la idea es diversificar la siembra de productos, y que lleguen a incluir “el cultivo, la cosecha y la comercialización de especies como fresas, arveja común, moras, hierbas aromáticas, habas, entre otras”, señala el informe de la misma entidad.
Muestra de ello es Rodrigo Pulido, otro cultivador de Ciudad Bolívar, quien recibe asesoría del Distrito y hoy le suministra fresas orgánicas a una cadena de restaurantes del país. Él no solo se ha mantenido con este negocio, sino que ha expandido sus espacios de cultivo para hacer más rentable sus cosechas.
Caso similar vive Édgar Carreño, campesino de la misma localidad, en el sur, quien ya no da abasto con la rúgula que cultiva. Por ello se organizó con vecinos de su finca, quienes también cultivan de manera orgánica, para ampliar sus posibilidades económicas y compartir las ganancias que reciben cada 15 días por sus productos.
“En mi familia somos cuatro personas las que nos dedicamos todo un día a recolectar, revisar, empacar la rúgula, pero armamos alianza con otras familias para que nos intercalemos las semanas, cumpliendo los protocolos de calidad”, concluye, orgulloso, Carreño.
Características de la ruralidad
El 75 por ciento del territorio bogotano, aproximadamente, es zona rural, que limita con el páramo de Sumapaz, según la caracterización que tiene el Distrito del suelo capitalino. Este territorio equivale a 100.000 hectáreas rurales, y de estas, 30.000 son aptas para actividades agropecuarias. Las restantes fueron declaradas como protegidas, en donde se prohíbe la explotación del suelo para la agricultura.
Aunque son trece las localidades que poseen alguna parte rural, cinco son las principales caracterizadas en el proyecto que maneja la Secretaría de Desarrollo Económico: Sumapaz, Ciudad Bolívar, Usme, Santa Fe y Chapinero. En estas zonas hay cerca de 17.000 personas caracterizadas en el Censo Rural del Distrito del 2013 como habitantes rurales, con amplias necesidades financieras y sociales.
El principal problema que viven allí es “la insostenibilidad de la economía campesina”; es decir, se presentan falencias en alguno de los eslabones de la cadena productiva, según Desarrollo Económico.
MICHAEL CRUZ ROA
Periodista de EL TIEMPO
En Twitter: @Michael_CruzRoa
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Fuente: http://www.eltiempo.com/bogota/familias-campesinas-bogotanas-que-no-solo-siembran-papa-73332